Si así lo decidiste, no es nada fácil.
Necesitarás atraparlas, sacarlas de tus orejas, arrancarlas de tu piel, borrarlas de tu horizonte.
Encontrarlas donde estén; debajo de tus uñas, detrás de tus párpados, allí dónde se esconden amortajadas y silenciosas, fingiendo una falsa paz.
Escarbar en tu cabello, en tus cajones, en las esquinas de tus objetos favoritos, en tus sábanas, incluso entre tus piernas.
Deberás perseguirlas sin miedo, enfrentándote a ellas con coraje y entereza.
Usando engaños atraelas hacia ti sin mirarlas fijamente y cogiéndolas por su corazón méterlas en una gran caja envuelta con valor.
Luego deja esta prisión bajo tu cama, en total oscuridad y desamparo, para que una vez dentro sientan cómo es una prisión y se destruyan entre ellas cuando no encuentren a quién atacar.
Eso si, cuando de noche las sientas golpear los lados de su celda, histéricas y poseídas, no les prestes atención, no las escuches, ni menos intentes dejarlas salir.
Las dudas suelen preferir sobre todo la noche, apacible y serena, para saltar sobre uno, robarnos el destino y hacer que la razón se vuelva en contra nuestra.
Para esos casos a veces es mejor atraparlas y no dejarlas salir, mientras contemplamos con una sonrisa congelada, como el azar nos permite fantasear con el segundo que viene.
Necesitarás atraparlas, sacarlas de tus orejas, arrancarlas de tu piel, borrarlas de tu horizonte.
Encontrarlas donde estén; debajo de tus uñas, detrás de tus párpados, allí dónde se esconden amortajadas y silenciosas, fingiendo una falsa paz.
Escarbar en tu cabello, en tus cajones, en las esquinas de tus objetos favoritos, en tus sábanas, incluso entre tus piernas.
Deberás perseguirlas sin miedo, enfrentándote a ellas con coraje y entereza.
Usando engaños atraelas hacia ti sin mirarlas fijamente y cogiéndolas por su corazón méterlas en una gran caja envuelta con valor.
Luego deja esta prisión bajo tu cama, en total oscuridad y desamparo, para que una vez dentro sientan cómo es una prisión y se destruyan entre ellas cuando no encuentren a quién atacar.
Eso si, cuando de noche las sientas golpear los lados de su celda, histéricas y poseídas, no les prestes atención, no las escuches, ni menos intentes dejarlas salir.
Las dudas suelen preferir sobre todo la noche, apacible y serena, para saltar sobre uno, robarnos el destino y hacer que la razón se vuelva en contra nuestra.
Para esos casos a veces es mejor atraparlas y no dejarlas salir, mientras contemplamos con una sonrisa congelada, como el azar nos permite fantasear con el segundo que viene.
3 comentarios:
la duda definitivamente mata.
Ni la cárcel me impide hablar.
Ellas están para incrustarse cuando menos lo pediste, y más deseaste el silencio!
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