
Toda esta maldita cosa de sobrellevar (y sobrevivir) al desencanto no hacían más que darle a la vida de Nati un aura de ensoñación perversa donde, entre humo y poca luz, navegaban la mayoría de noches sus extremas vivencias-socorristas que la rescataban a tiempo de su más reciente (y definitiva?) ruptura amorosa. Las aguas solían ser océanos de vodka con tónica. Aguas movidas con tormentas. Todos lo sabíamos, el plan era simple; cómo hacer para cruzarnos en su camino. Afortunados malditos los que pretendíamos ponerla a tono para recibir algún gozo que representara para ella una forma de venganza. Testimonios reales afirmaban lo placentero que podía ser enredarse con una chica con el temperamento de Natalia, despechada y ofendida, amarga como un bolero cantinero, queriendo cobrarse en cada cogida esa deslealtad que caracteriza, en sus palabras, a todos los hombres del planeta, entre ellos al ex en cuestión.
Nati, No-amor, y brinda. Y quién sabe, muy dentro de ella, sus hormonas aplauden toda esa hambrienta necesidad de aventuras de una noche. Revancha en hilo dental. Y brinda, Nati.
Cuidadosamente hice un trazo cuyo recorrido me ponía en su camino. Esa noche pensé, ahora me toca. Finalmente, soy hombre.
A veces me resulta más claro tener una idea del tiempo registrando cosas como besos, copas, relaciones o charlas. Hechos puntuales me sitúan en un momento en particular.
No importa cómo ella aceptó mi compañía. Alguna vez nos vimos en la barra, o nos tocamos bailando. Nati siempre tenía aquellos viajes con muchos invitados, pero sólo uno se quedaba con ella. Recuerdo su vestido corto, su baile a ojos cerrados, su jugueteo con los hielos, su habilidad para que todos la conozcan y para conocer así a todos. Queda claro que una chica así nunca puede ser tuya, pero comprendí por nuestra charla siguiente en la sala de mi departamento que no era cuento, ella en verdad una vez fue de alguien, enterita y plena. Cruza las piernas. Fuma. Al decirlo, noté como sus ojos la hicieron viajar por la periferia de su corazón quebrado. Le estaba crujiendo el alma. Luego, pidió otra copa y escupió sobre los hombres durante una hora sin parar. Era una chica-cosmo rabiosa y vulnerable, una escolar malandra convecida que somos ratas que jamás se podrían domesticar. Hijos del dolor de las mujeres, formados para no saber amar, menos aún cuando somos amados. Homicidas emocionales sin respeto ni moral. Encantadores, letales, brutos, majestuosos aparatejos de los que toda mujer se debe cuidar si conduce sobre uno, para poder cambiarlo a tiempo por el modelo del año antes que todo falle y se estrelle para finalmente morir por él. Mmmmmffff...hombres- decía saboreando su rabia- el más vil animal .
Cuando hizo silencio, volvió la mirada hacia mi con ojos húmedos, una mirada regada con dolorosas aguas del desengaño. Sólo me quedaba lamentarme de mi mala suerte por esta catarsis fuera de libreto. Miré mi vaso y Nati siguió en silencio mordiéndose los labios, alterada.
Luego me preguntó si me la podía mamar.
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