
Sin prestar atención a lo que le decían en ese momento, R se quedó observando buen rato la imagen que se había formado sobre el parquet debido a la humedad que la delineó y al polvo que permanecía intacto alrededor. Esa especie de sudario claramente grabado en el suelo era más que evidente; era el culo de una mujer.
Eran las 11:00 am y sobre ese mismo parquet, solo unas horas antes, R había hecho el amor con la dueña de ese culo.
Cuando R recordaba a MM viajaba al verano y la veía pasar por su puerta con aquel short de jean corto, cortísimo. También su figura delgada de hermosas piernas, su cabello negro, ondulado y revuelto, siempre cortando su cara. Evocaba su amor por la poesía y la izquierda. El enorme piano en el segundo piso de la casa donde ella solía tocar melodías de Brahms y clásicos de Siouxsie and the Banshees. Recordaba su radioactivo humor y sus risas repentinas. Su bicicleta roja. El short cortísimo otra vez. Siempre con sol, para que todo el año lo persiga una febril efervescencia hormonal que lo hacía jurar que aquella mezcla de intelectual con palomilla de esquina tenía que pasar por su piel alguna vez.
Poco antes que R se mudara a otro distrito, MM le regalo un ejemplar del Kitchen de Banana Yoshimoto. R se fue un agosto del segundo capítulo de los 90's, con su fiebre, el Kitchen bajo el brazo y sin haberla besado jamás.
Cuatro años más tarde, alguien golpeó una noche la espalda de R en una discoteca en Miraflores mientras bailaba Enjoy the Silence de Depeche Mode: era MM.
Bebieron, brindaron por la vida, por los infartos de los corazones solitarios y por la Yoshimoto. Bebieron y bailaron regalándose miradas acompasadas. Rieron mucho y se abrazaron. Ambos tenían la piel a punto y el corazón con esa incertidumbre que te pule la mirada.
R sintió que su fiebre por ella aparecía como una oportunidad del destino en el momento más favorable, húmedo y pop desde las entrañas de aquella disco miraflorina, como un video clip de madrugada a punto de pasar por la censura. Le fascinaba aquel momento, lo hacía elevarse. No pudo más y disparó - Acabo de alquilar un departamento a unas cuadras de acá.
- Ah si!...te felicito!!
- Quieres conocerlo?...bueno, lo alquilé ayer, está vacío, ni siquera está limpio. No hay nada más que polvo en el suelo. Ni sillas, ni muebles, ni cortinas, pero me encantaría que seas la primera en visitarlo.
- qué honor...será lindo, vamos!
- R, ves eso?
- ...eh?...no, qué es?
- ahí, eso!...no parece un culo de mujer?....mira, ahí están las nalgas, acá se ve una pierna...parece un cuerpo no?...se ve el culo clarísimo. Qué raro. Qué te dijo ayer el dueño, quién vivía antes acá?
- pues, no sé...no le pregunté...solo me dió las llaves ayer y nada.
- hay tanto polvo, que parece que quien estuvo acá la última noche decidió hacer una despedida muy caliente y húmeda sobre el suelo no?...debió haber sido salvaje!...qué locura, es tan excitante!
- (...)
- anda...ahora que tenemos... bueno, que tienes este lindo depa, alguna vez no lo limpiarás y me harás el amor salvajemente en el suelo para dejarte mi culo grabado en el parquet de tu sala?...anda dime que si ...!
Un año después, una noche de insomnio R recorbaba mirando el techo de su habitación el culo perfecto de MM sobre el suelo.
Sintió calor. Era verano. Se levantó con mucho cuidado de su cama y fue al baño.
Encendió la luz, se mojó la cara, tomó un poco de agua y volteó a mirar a su novia que dormía desnuda sobre una impecable king size. Le pareció que aquella cama era perfecta y oportunamente grande.
En ese instante, en algún lugar lejos de ahí, MM comenzaba a leer N.P de Banana Yoshimoto para acompañarse, mientras a dos centímetros de ella su esposo roncaba violentamente, bien pegado a su culo.
...