
A dónde viajan los registros perdidos de nuestra locura?
Aquellas sensaciones de besos y caricias alcoholizadas, de noches que se desteñían al amanecer.
Las culpas, conquistas y grandes rupturas con nuestro mundo.
Dónde las guardamos?
Corazones que rompimos como platos. Nuestra naturaleza regenerativa permitiéndonos soportar tanto sin que se nos pudra el alma, siempre tras el peor crimen, discretamente iluminado por el brillo de una
sonrisa Colgate.
A dónde se van las aventuras y los detalles que forman el ADN de nuestra pasión, furia y miedo, detonante de tantos aprendizajes que en el fondo no queremos recordar, para decir con gallardo cinismo
borré cassette.
En qué bolsillo escondimos la mentira que sobrevivió a una pregunta directa, el sabor de la infidelidad blanca y el de la negra también?
En qué cajón duerme la tímida luz del arrepentimiento, el aplastante peso de la culpa que nos asfixiaba hasta que el 911 del destino se apiadó de nosotros?
Y finalmente, si encontráramos el registro consciente de tanta locura;
qué sería de nosotros, sanos e indefensos, ante nuestro propio
walk on the wild side?