
Cada mañana las calles en la ciudad se convierten en la alfombra roja hacia el gran espectáculo de la vida día a día. Intrusos y extraños se comunican con fugaces y gélidos flashes de miradas. Se señalan, comentan cosas a sus espaldas o simplemente premian su paso taciturno con una divina indiferencia. Ese gran escenario gris alberga tugurizadas emociones que transitan ya sea en forma de ejecutivo maquiavélico, comerciante sin futuro, madre divorciada, colegial prometedor, amante insatisfecha, héroe de la clase trabajadora o futuros dictadores. Son estuches de almas con mirada y corazón. Estrellas que cayeron a la tierra para trabajar. Constructores de futuros inciertos, vidas perfectas en casas color arcoiris e hijos del no-futuro. Empaques luciendo marcas caras de vestir o prendas heredadas sin medida. Uniformes oficiales del desamparo, con look coraza y color esperanza.
Anónimos en un mundo de anónimos.
Famosos en un mundo de anónimos.
Famosos que matan por fama.
Fama traicionera y sin moral.
Deidades revoltosas e indefensas . El show de la vida ordinaria de los hijos de un dios menor . Y de los hijos que pueden comprarse un dios.
Ese dios, se llama tiempo.
Y siempre se queda con todo.